Da Ojarasca Rivista Messicana

Autonomía zapatista: Contra viento y marea

15 / 10 / 2009

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) cumple en noviembre próximo 26 años de haber nacido en las montañas del sureste mexicano. Son ya casi 16 años de lucha pública desde el levantamiento que sacudió al mundo entero el primero de enero de 1994. Mucha tinta ha corrido desde entonces pero, sobre todo, mucha construcción y organización, acompañada de la represión institucional como respuesta y de encuentros y desencuentros dentro de la lucha colectiva.

Los zapatistas no reivindican la muerte, pero su presencia los ha acompañado durante toda su historia, desde antes de aquel fundacional 17 de noviembre de 1983. En los últimos años, meses, días, la represión del Estado ha sido la única respuesta a las innumerables iniciativas de organización interna y externa, a su expansión geográfica dentro y fuera de Chiapas y a la defensa de su territorio y recursos naturales. Nunca han sido un movimiento que se conciba aislado. Han repetido hasta el cansancio la dimensión nacional e internacional de sus planteamientos, y han actuado en consecuencia.

En el terreno local han obtenido uno de sus logros más tangibles: la construcción de la autonomía, esfuerzo que no podría entenderse sin todos estos años de fuego y de palabra. El autogobierno en las comunidades zapatistas de Chiapas es referente nacional e internacional de organización. No es imitable, como ellos lo han explicado reiteradamente, pero sienta las bases de una posibilidad de gobierno, una en la que el que mande, mande obedeciendo, máxima de la concepción democrática que se vive en estas tierras.

La organización autónoma de las comunidades indígenas no es nueva. Los zapatistas no la descubrieron, pero son ellos los que le han otorgado un carácter emancipador y rebelde, independiente y autogestivo. Es, pues, una forma de lucha con horizontes claros y precisos.

Hace seis años, en ocasión del 20 aniversario del EZLN y el nacimiento de las llamadas Juntas de Buen Gobierno, estructuras del autogobierno zapatista, el teniente coronel Moisés, en ese entonces todavía mayor, explicó el origen de los municipios autónomos en Chiapas: “Nosotros ya teníamos un territorio controlado y para organizarlo fue que se crearon los municipios autónomos”.

Al EZLN, señaló entonces Moisés, “le sobran ideas de cómo es un pueblo organizado y libre. El problema es que no hay un gobierno que obedezca, sino que hay un gobierno mandón que no te hace caso, que no te respeta, que piensa que los pueblos indígenas no saben pensar, que quieren tratarnos como indios pata rajadas, pero la historia ya les devolvió y les demostró que sí sabemos pensar y que sabemos organizarnos. La injusticia y la pobreza te hacen pensar, te producen ideas, te hacen que pienses cómo hacerle, aunque el gobierno no te escuche”.

En la práctica, explicó quién posee uno de los grados militares más altos dentro de la estructura del ezln, “nosotros hicimos los municipios autónomos y después pensamos en una Asociación de Municipios, que es el antecedente de las Juntas de Buen Gobierno. Esta Asociación es una práctica, es un ensayo de cómo tenemos que ir organizándonos. De aquí nace la idea de cómo ir mejorando y así se da la idea de la Junta de Buen Gobierno. Nosotros de por sí tenemos una idea y la llevamos a la práctica. Pensamos que son ideas buenas pero ya en la práctica vemos si tienen problema, o cómo vamos a ir resolviendo los problemas”.

Años más tarde, el comandante Moisés (otro Moisés), de la zona de Los Altos, sintetizó la historia de la autonomía de la siguiente manera: “Nosotros quisimos dialogar, quisimos hacerlo todo, pero ya ven lo que pasó con los Acuerdos de San Andrés (firmados en febrero de 1996 y hasta la fecha incumplidos). Por eso no pedimos permiso y empezamos a construir. Vemos que lo más esencial es la organización del pueblo y no el dinero, porque el dinero si es en exceso corrompe, pero la organización no se corrompe. La idea que se hace para buscar la vida no se destruye en la cárcel ni se destruye en la muerte…”

“Para todo este trabajo” —explica el integrante del Comité Clandestino Revolucionario Indígena— nosotros no tenemos manual. Es diferente lo que se hace en cada zona, porque en cada lugar se va buscando la forma de cómo crecer. Enfrentamos y decimos que cometemos errores, porque sí cometemos errores construimos, si no cometemos errores quiere decir que no andamos bien, porque nosotros decimos que no hay excelencia pues. En la educación, por ejemplo, no hay número 10, porque el 10 no existe…”

Con escasos recursos económicos, pero con el ánimo de quienes depositan toda su confianza y esperanza en un proyecto de vida diferente, anticapitalista y de izquierda, los hombres, mujeres, niños y ancianos de las comunidades indígenas organizan sus escuelas, casas de salud, hospitales, cooperativas, farmacias, bodegas de comercio y un largo etcétera que engloba lo que ellos definen como autonomía, a saber, “el derecho universal donde podemos vivir humanamente, con libertad, con justicia, con democracia, con nuestras propias leyes y con dignidad”, dicen ellos.

La autonomía, añaden: “significa reconocer que siempre fuimos y seguiremos siendo pueblos con nuestra historia, nuestra religión y cultura, educación, lengua, etcétera […] Es el reconocimiento de lo que de por sí ya existe, lo que de por sí es un hecho, que somos un pueblo y tenemos la capacidad de gobernarnos, controlarnos, mejorarnos y salir adelante”. Es esta práctica, y no una teoría, la que ofrecen al mundo decenas de miles de hombres, mujeres y niños tzotziles, tzeltales, tojolabales, choles, zoques, mames y mestizos, todos zapatistas.

La incesante represión: una de las características más importantes de la autonomía es la defensa del territorio pues, sin él, simplemente no hay nada. Es por eso que las principales ofensivas de los gobiernos estatal y federal están encaminadas a la invasión y al despojo de las tierras zapatistas. Un ejercicio pendiente es la recopilación de todas las agresiones contra los zapatistas en estos casi 16 años. Para muestra, el hostigamiento ocurrido tan sólo en el último mes contra las comunidades 16 de Febrero, Casa Blanca y Ché Guevara, pertenecientes a las regiones (Caracoles) de Morelia, La Garrucha y La Realidad, respectivamente. Todas tienen en común que son tierras recuperadas y trabajadas por bases de apoyo zapatistas.

Así, contra viento y marea, se construye la autonomía.