El rostro negro de Haití

11 / 6 / 2010

¡¡Haití, el país africano por excelencia, país negro, país del vodu y del creole, lleno de costumbres ancestrales!!

Haití es todo eso y mucho más: es el país de la primera independencia en las colonias del hemisferio sur, el país que, desde una revolución de pocos negros libres y 500 mil esclavos contra 40 mil padrones blancos de las plantaciones, estableció la primera república negra del mundo.

“La Perla de las Antillas”, la más rica colonia de Francia, se volvió el país más pobre de las Américas y ocupa el 25º lugar en el ranking del mundo de la pobreza. Pero la verdad es que Haití no es un país pobre, fue empobrecido. Así es. Y eso lo saben y dicen todos los haitianos que luchan diaria e incansablemente para cambiar las condiciones de su país. Y ¿por qué? Por el imperdonable ejemplo que dio a todos los esclavos de las colonias americanas.

Todos los imperios de aquel entonces se mostraron con miedo de este pequeño trozo de tierra, después de haber vencido a Napoleón Bonaparte y su ejército, el más grande del mundo. Hasta hoy los imperios siguen teniéndole miedo a la memoria de este pueblo que nunca jamás se olvidó de su conquista.

No ha bastado castigar a Haití con duros golpes: embargos económicos, deudas, saqueos de recursos naturales, intervenciones en el país; había que crearle un estigma, enseñando al mundo, a través de los medios comprometidos con el Capital, que éste es un país “pobre, sin condiciones de gestionarse, país de analfabetos que necesita de otros para ser administrado”. En otras palabras, un país que tiene que ser considerado fallido y, para garantizar los intereses externos, debe ser ocupado directa o indirectamente por el imperio de turno.

La invasión “humanitaria”

Pasados 5 meses del terremoto, Haití vive un desgobierno total. Todos mandan, menos el Estado haitiano. Hay 14 mil marines y 3 mil soldados del ejército regular de Estados Unidos, con otros 11 mil militares que también envió la Unión Europea, capitaneados por Francia. En nombre de la “ayuda humanitaria” este país caribeño fue ocupado totalmente y con absoluto descaro. Con esos números, sumado a los 7 mil trescientos soldados de la Minustah, hay más de 30 mil militares en el país. Lo cual supone que, hoy por hoy, hay más militares extranjeros que los propios en Haití. Pero la catástrofe ha cambiado el comportamiento de los invasores: ahora no les hace falta a los imperios disfrazarse, ni esconderse tras de la ONU o Brasil; ellos se mueven abiertamente. Y lo controlan todo.

El puerto y aeropuerto de la capital bajo el control de EEUU; Francia, representando a la Unión Europea, hace parte de organismos estatales con poderes de decisión y quiere restablecer el consejo tutelar, a través de la ONU, que podrá darle el derecho de administrar Haití; la Minustah, bajo mando brasileño, ya no puede negar que mande algo distinto a lo que EEUU le ordena. Pero hay una excepción, sí señor, porque la ONU sigue con poderes para hacer incursiones y detener a los movimientos sociales, incriminándolos y arrestando o matando a sus líderes. Y los medios locales e internacionales sumisos y comprometidos con el Capital informan desinformando, presentando a los haitianos como salvajes, violentos, sin capacidad para gobernarse ni organizar la nación y, para ello, necesitan que la comunidad internacional restablezca la paz y el orden en el país. Y así desde siempre, pero más todavía en estos momentos en que los haitianos viven desesperados, bajo situaciones-límites. Con tal argumento, los medios justifican la ocupación extranjera, bajo la complicidad de un gobierno que no gobierna.

Los imperios se disputan cada trozo de este paí¬s destrozado. Estamos asistiendo a una competencia que no sólo es por el privilegiado posicionamiento geopolítico del país. Hay rumores de que fue encontrado petróleo en el Golfo de Gonaíve y al sureste del país, donde están muchas de las maquiladoras que pagan a los obreros menos de US$1/día y no pagan tasas ni impuestos sobre las mercancías.

¿Cómo se encuentra Haití ahora?

Es increíble que, con tanto soldado, Haití siga sin ayuda efectiva. De los escombros aún sale un fuerte olor a muerte y no se ve ninguna actividad de las tropas militares para la retirada de escombros y cuerpos. La distribución de alimentos no alcanza a más del 40% de las víctimas supervivientes. Y la comida es un kit de alimentos ya preparado, porque no hay gas ni tampoco carbón para cocinar.

Las personas siguen con hambre, los niños y jóvenes siguen siendo secuestrados y sus secuestradores no son castigados, los estudiantes sin escuelas, los trabajadores sin empleo, los desalojados sin techo, no hay agua potable, no hay hospitales, ni medicinas suficientes. Tampoco hay carpas para quienes están a la intemperie, y la estación de las lluvias se adelantó con el terremoto. No hay nada suficiente y funcionando, excepto los soldados extranjeros para ellos mismos.

Los Comités de Campamentos (KOK), compuestos por ciudadanos comunes, trabajadores y sindicalistas, están organizándose bastante y movilizando a la gente. Más de 800 representantes de estos Comités fueron al Primer Ministro, Max Bellerive, pidiéndole cuentas al gobierno sobre los planes para resolver la situación de los campamentos provisionales de manera adecuada y no forzada. Y ¿por qué? ¡¡Ya no se sabe en quiénes confiar!! Y los pobres ya no creen en promesas de un gobierno que, en realidad, no gobierna, porque ha delegado plenos poderes a los EUA y Francia, a través de la ONU, para intervenir en la ayuda incluso en cuanto a los campamentos. Y nada sale adelante.

En la capital de Haití viven casi el 30% de una población de cerca de 9’5 millones. Con el desastre natural, se estima que la gente desalojada pasa de un millón. Por un lado, se dice que el gobierno había acordado el pasado abril una propuesta -de la ONU o de otra organización- para transferir a refugios transitorios en pueblitos de alrededor de Puerto Príncipe a quienes están viviendo en las calles y plazas del centro de la ciudad. Se dice también que los ciudadanos rehúsan aceptar este plan y recelan a salir de Puerto Príncipe, porque esa transitoriedad puede convertirse en permanente. Les dijeron a las gentes en estado miserable que se iban a otros pueblitos y allá iban a tener carpas para abrigarse. Hay la certeza de las carpas, pero no de infraestructuras en estos locales y nadie les podrá garantizar la comida y el agua o medicinas. Y, sobre todo, porque a las afueras de la capital, los ciudadanos van a estar a las afueras en todos los sentidos, principalmente de la mira de los medios. Pueden caer en un definitivo olvido y, con éste, en el hambre mortal.

Desde abril, refugios de transición están planeados y alguno puede que empezó a construirse. Pero la propia ONU dice que tales instalaciones se encuentran frenadas por la lentitud de los trabajos de desescombro, que sufren de falta de equipamientos. Quienes están esperando reparaciones en sus viviendas seguirán esperando, porque no está previsto ningún apoyo para ello o el desescombro, pudiendo costar un promedio de 3.600 dólares por vivienda cuando se trata de contratar obreros, según los datos recogidos.

Por otro lado, la presión para remover a las familias que estaban refugiadas en el Campo de Golf de Pétion Ville (barrio de la burguesía), ha hecho que se creara un reasentamiento a 15 kilómetros al norte de Puerto Príncipe y -según se dice- se extenderá a partir del lugar llamado Bon Repos hacia el norte en dirección de la cuidad de Arcahaie sobre 7000 kilómetros.

Según relato de activistas que están marchándose a este sitio, allá hay carpas blancas igualitas, alineadas y separadas por pasillos grandes. Muy organizado el campamento. Los haitianos tienen agua para beber y aseos, pero lejos de la carpas y, según activistas de movimientos de mujeres, eso es un problema para las mujeres pues al ir y volver de las letrinas se enfrentan con la violencia de los hombres en los campamentos de Puerto Príncipe. Recibieron todos “kits” de comida. Pero, con todo, deja mucho que desear, pues las madres informan que sus niños comen los dulces pero no lo demás y desde el día que llegaron no han comido nada. Esperan todos a salir para comprar comida fuera. Una madre dice que no han traído las ollas porque les pidieron que se fueran con muy pocas cosas, pues iban a encontrar lo necesario allá. Otra madre joven contó a las activistas que no puede dar a comer a su nene de 2 meses, porque ya no tiene leche y tampoco hay en el campamento. Dice que se irá a Puerto Príncipe. Un desplazado dice que les han autorizado salir del campamento para comprar comida, pero que les habían aconsejado ser prudentes porque son diferentes de los demás: ellos llevan una pulsera verde. Por eso, las visitas también están prohibidas en el campamento a partir de las cinco de la tarde. ¿Eso es un campamento o un campo de concentración?

Los militares de EE.UU. están construyendo, aplanando el terreno con tractores y bulldozers, mientras un helicóptero vigila la comarca. Es una zona sin ningún árbol, desértica, ecológicamente destruida. Es un lugar de sol y viento y, según cuentan, transmite un sentimiento de total aislamiento y olvido.

Al horizonte, los montes muestran una falda con pliegues desnudos, calvos, blancos. Se sabe que con las grandes lluvias el agua que baja de la montaña trae todo en su camino hasta el mar. Entonces, estos desplazados acumulan los riesgos, en caso de seísmo, de la subida del mar por una parte y de las aguas devastadoras de los montes por otra. Las activistas cuentan que tres familias con niños recién llegados han dicho que llovió por la noche y el agua entró en la carpa por sus costuras. Otra, llegada después, que encontraron agua en la carpa, que una mujer valiente dijo que con un toldo encima de la carpa resultaría bien y con otro en el suelo también, para que el agua quede abajo. Pero ninguna de estas familias recibió sábanas y colchón. Cierto que había colchones en los camiones o autobuses que trajeron las familias. Sin embargo, al llegar les han dicho los militares que los colchones eran para los agentes de la seguridad, es decir, los militares de servicio. Entonces, niños, mujeres, hombres, todos han dormido en el suelo de piedritas escondido por el plástico de la carpa. Y hace días que está lloviendo, sin todavía recibir las familias ningún colchón.

Dicen en la prensa las organizaciones independientes, como World Visión, que el gobierno no tomó las disposiciones para preparar la venida de estos desplazados y coordinar las operaciones con ellas, tal como la distribución urgente de alimentos tras el terremoto. Entonces, ¿quién tiene la responsabilidad de desplazar familias-víctimas sin respetar las normas humanitarias internacionales? ¿Qué instancia autoriza a estas agencias a empezar esta migración en tales condiciones? Es lo que ellas mismas tendrán que esclarecer al pueblo haitiano.

Éxodo al revés

Cerca del 70% de habitantes viven en el campo y éste fue afectado directamente por el terremoto, pues, además de la pérdida de semillas que cayeron de las plantas por el temblor, se estima que entre 700 mil y 1 millón de personas migraron para el campo, huyendo del hambre. Muchas de ellas tienen familia en el campo; otras están apenas regresando, buscando el camino de vuelta. Irónicamente, salieron del campo por el hambre y regresan ahora por la misma razón. Lo cual es un camino peligroso, pues tan inmenso éxodo no está acompañado de una ayuda a las comarcas que reciben a las ví¬ctimas.

El mismo gobierno que incentiva la salida de los grandes centros, principalmente de la capital, no se ha preocupado de las consecuencias que el campo, ya olvidado desde hace mucho, tendrá que soportar. Hay lugares que prácticamente triplicaron su población después del terremoto. Muchas familias campesinas aumentaron en un 50% el número de personas en sus casas y se tuvieron que usar las semillas que estaban reservadas a las plantaciones. La ayuda a las víctimas urbanas se quedó en las espaldas de las familias que los recibieron, ya que las comarcas no recibieron ningún recurso del Estado haitiano.

Ello apunta hoy a que el peligro del hambre aumentará más todavía, porque no hay políticas agrícolas, ni reparto agrario. La producción del campo está comprometida, porque no hay semillas que plantar y no hay cosecha suficiente ahora.

La Solidaridad del “Movimiento de Trabajadores Rurales Sin-Tierra” (MST)

El MST, en Brasil, ha organizado brigadas campesinas para ofrecer ayuda a los haitianos en el campo de su especialidad. Salen campesinos y técnicos de todos los estados brasileños, llegan a la Escuela Florestan Fernandes, en el Estado de Säo Paulo, para aprender el Kreyòl (lo suficiente para comunicarse bien con los campesinos de allá, diariamente en su propio idioma), así como las costumbres del país, comprender su Historia y, sobre todo, para estar listos a cambiar experiencias agrícolas y saber hacer adaptaciones a la realidad de aquel país. Son preparados por algunas organizaciones; entre ellas el Comité Pro-Haití-Brasil, que tiene el orgullo de poder prestar estos servicios a los haitianos directa e indirectamente.

Allá, los campesinos brasileños están a 80 kilómetros de la capital, plantando las semillas que cargaron y abriendo huecos para las cisternas que llevaron desde su país. Están sudando como los campesinos haitianos para recuperar la tierra, comiendo de la misma comida, acostándose en los mismos tipos de cama, viviendo como ellos y discutiendo política agrícola, en fin, para los campos rurales de todo el mundo, porque creen en otro Haití y trabajan para el desarrollo sustentable de este país. Se ve que el MST y la Vía Campesina de todo el mundo no están dejando sola a Haití.

La Vía Campesina en Haití

Las organizaciones campesinas haitianas que están en Vía Campesina: MPP (Mouvman Peyizan Papay), TK (Tèt Kole Ti Peyizan Ayisyen), KROS (Kodinasyon Rejyonal Oganizasyon Sidés), MPNKP (Mouvman Peyizan Nasyonal Kongrè Papay), han analizado la realidad del país y llegado a la conclusión de que éste ya tenía una situación precaria antes del terremoto, que después se agravó más todavía. Y quedó evidenciada la debilidad e incapacidad del Estado de reaccionar positivamente ante las condiciones en que se encuentra el país. El Estado está inerte. Para los movimientos campesinos, sobre todo, el Estado no habla de reconstrucción del país considerando al campo; todo lo contrario, planea una reconstrucción manteniendo la centralización del poder en la capital, lo que significa alejarse del campo y aislar a los movimientos campesinos que luchan por el reparto agrario y la descentralización del poder. Descentralización en Haití no es un simple problema de autonomía administrativa para las comarcas y departamentos, más allá de eso quiere significar la efectiva participación popular en las instancias de poder y decisión.

Pero, desgraciadamente, la participación popular no está siendo la tónica de este proceso de reconstrucción, además, pudiéndose decir que esta reconstrucción de Haití es un plan que ya fue trazado lejos del país, en los despachos de las Naciones Unidas, en Nueva York. Sus arquitectos, Estados Unidos y Unión Europea, no están preocupados por el desarrollo de Haití, tampoco con la opinión de los haitianos y sí sobre el cómo sus empresas van a invertir los US$ 5.3 billones que serán administrados por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en esta “reconstrucción”, donde los pobres reconstruirán las viviendas de cartón en que siempre vivieron, por si acaso no se movilizasen.

Manifestaciones justas

Pero las gentes comienzan a reaccionar manifestándose en las calles. Préval y su grupo quieren mantenerse en el poder a cualquier precio. Aprovechándose de la catástrofe y sus consecuencias, está proponiendo medidas absurdas y contrarias a la Constitución. Por ello, la ola expansiva del rechazo a las medidas del actual presidente se extiende por todo el país, mientras Préval ha solicitado a un Senado caducado en su plazo para legislar que le autoricen a gobernar hasta que haya otro presidente nombrado, además de plantear que quiere cambiar la Constitución de 1987. ¡¡Vaya medidas que propone!! Y además lanzó la represión contra manifestantes en Puerto Príncipe con el resultado de un muerto, un herido y 11 detenciones. Según Radio Kisqueya, “varios miles de personas han vuelto a manifestarse el lunes para exigir la renuncia del Presidente. Los manifestantes derribaron barricadas establecidas por la policía alrededor de las ruinas del Palacio Nacional para invertir el escenario, cantando consignas contra el jefe de Estado a quien acusan que de forma deliberada extendió su mandato hasta el 14 de mayo de 2011 por la que se modifica la ley electoral de 2008, votada por los parlamentarios a su pago. Ellos están exigiendo la retirada de la Ley, así como las relativas a la aplicación por 18 meses del estado de emergencia” La gente está indignada. El Presidente, según Jean Claude Bajeux del Centro Ecuménico de Derechos Humanos en Radio Kisqueya la semana pasada, está operando fuera de la legalidad y dice claramente que eso hay que abordarlo. La defensa del estado de derecho no es una cuestión secundaria para un pueblo que lleva años luchando por una estabilidad democrática, incluyente e igualitaria. Y su Constitución es la del fin de la dictadura, es decir, diseñada y adoptada para evitar que vengan otros de la misma calaña que los Duvalier, que se instalaron 29 años en Haití. Sigue Bajeux diciendo que nadie se llame a engaño, porque los pocos medios que han divulgado la información sobre estas protestas insisten en decir que la gente pide que vuelva Aristide y eso es, una vez más, una generalización grotesca y hecha para desviar los verdaderos propósitos del pueblo, pues los únicos que piden eso son los partidarios del mismo Partido de Préval y Aristide –el Lavalas- porque quieren volver al poder y no tienen otras opciones dentro del partido.

Ante este marco, nace la esperanza de que otro Haití es posible. Un Haití libre y soberano hoy sería una victoria del mismo tamaño e importancia que la de 1804 y, como antes, nos daría en las Américas al menos 10 años de aliento revolucionario. Por ello, hay que luchar todos juntos por Haití. Lo que a su vez tendría un gran significado: ¡¡luchar por todos nosotros!!

Lùcia Skromov

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